No hay registros de futuras mamás consumidoras. Pero al hospital llega al menos un caso por semana.
Betina Gigena muestra un cuadernito rojo con anotaciones que generan preocupación: ahí, entre renglón y renglón, fabricó un registro de madres embarazadas que llegan a parir al hospital Castro Rendón (Neuquén) intoxicadas con alcohol o algún tipo de droga. Sólo ella se choca al menos con un caso por semana de ese enemigo invisible que se mueve con peligrosidad. Se trata de la gestación de muchas muertes y también de niños con anomalías genéticas.
La neonatóloga puso en marcha su radar profesional cuando atendió, en 2011, a una adolescente embarazada de 16 años, que llegó a Neuquén capital desde el norte de la provincia, escapando de una pareja que la maltrataba. La chica ya tenía un niño de un año y medio que estaba a cuidado de la abuela. Cuando la atendió vio que su panza era pequeña y que le habían realizado dos controles en 9 meses. Notó señales extrañas y le realizaron un análisis de orina, donde se le detectó que había consumido marihuana y cocaína en las últimas horas. Lo peor vendría al hacerle ecografía y resonancia al niño: la cabeza estaba llena de agua, no se le había desarrollado el cerebro. «La malformación se llama hidranencefalia y está directamente vinculada al consumo de la madre», explicó Gigena.
Desde ese momento puso la atención en auscultar los casos de adolescentes y jóvenes embarazadas y con problemas de consumo. Esa muchacha fue asistida, pero con el tiempo se perdió en los pasadizos de un complejo entramado social. Su niño falleció al año, y unos meses más tarde ella volvió para parir en el Castro Rendón. «Los análisis volvieron a darle positivo por cocaína pero el otro nene nació sin problemas. Se dio aviso a la Línea 102, adicciones y servicios sociales, pero la chica se nos perdió otra vez».
Los casos aumentan pero las estadísticas oficiales, al menos de embarazadas adictas al alcohol y las drogas, no existen. Sí indicadores que alertan. También el testimonio de los agentes sanitarios. Betina dice que ella atiende al menos un caso por semana, en promedio. Con matices, se repiten las situaciones: madres solas, sin controles, jóvenes. El examen de orina es efectivo pero no detecta alcohol y tabaco. Tampoco si la cocaína se consumió poco más de los tres días previos al examen, o si la madre no es habitual fumadora de marihuana. Básicamente, los agentes sanitarios llegan cuando el mal en el bebé está hecho, y veces es irremediable.
«Nos empezamos a preocupar al ver tantos niños afectados. Chicos con hidrocefalia, problemas cardíacos congénitos, malformaciones o con falta de algún miembro. La información oficial es que no teníamos madres adictas, por eso empezamos con un registro casero. Y a trabajar en red con la línea 102 y servicio social. Entonces, cuando vas a la fuente te das cuenta que quizá sobre diez casos, en uno haya una madre adicta o que consume a veces», explicó la profesional.
-¿Qué se hace con la lactancia?
-Si el bebé toma teta, la droga o el alcohol pasa a la leche. A nadie se le ocurriría darle un vaso de cerveza a un bebé, pero igual lo estás emborrachando. Además los bebés tienen el sistema enzimático inmaduro, no sintetizan de la misma manera las drogas, el alcohol y todo lo que consumen. Cuando detectamos a una madre adicta, le inhibimos la lactancia. El tema es que darles la mamadera se les complica más, porque se olvidan o no saben hacerlo. Y el tema también es detectarla, porque muchas veces el consumo es ocasional.
Ese es un gran problema adentro de otro. «Es complejo que una madre te diga que consumió, porque sería como decir que le está haciendo un mal a su hijo, También es complejo llegar a seguir el daño que ocasionará, porque no todos somos iguales genéticamente y a todos no nos hace mal lo mismo. Quizá un bebé sufre malformaciones porque la mamá se toma un solo vaso de cerveza, o quizá no le pase nada incluso con la madre consumiendo los 9 meses. Por eso nuestra indicación es clara: la mujer no debería consumir durante la etapa de fertilidad», explica Silvia Ávila, jefa del servicio de genética del Castro Rendón.
-Es que muchas se enteran de su embarazo tiempo después, con el daño hecho…
-Claro. Hace un tiempo, en Buenos Aires una clínica privada hizo un estudio al respecto y concluyó en que en el 60% de los casos, los embarazos eran inesperados, y la noticia llegaba después de la cuarta o quinta semana de gestación, críticas en el período de desarrollo del sistema nervioso del bebé.
Números que preocupan
El enemigo es silencioso porque es difícil detectarlo y mantener el seguimiento. Para eso, todos los profesionales consultados por «Río Negro» coinciden en que es necesario desarrollar una red de comunicación e información que profundice en la problemática. Se ve la punta del iceberg, pero el flagelo está abajo, en las historias previas, en el entramado social y familiar. Mónica Belli y las mujeres que trabajan en la línea 102 del Castro Rendón están preocupadas porque un dato estadístico desnuda una fuerte problemática: sobre 1.200 casos de niños atendidos por abusos o presuntos abusos (verbales, golpes o sexual) en 2014, el 20% tiene padres con antecedentes de adicción al alcohol o las drogas (el resto no fue detectado o no lo confesaron, pero «debe haber más», explicaron) y el 82% de ellos actúa con negligencia en el criado o el cuidado. Las profesionales detectaron, en ese universo de historias durísimas, al menos tres episodios de muerte súbita. «Ocurre que la cocaína y el tabaco aumentan siete veces la posibilidad de la muerte súbita», explicaron.
Según el Registro Nacional de Anomalías Congénitas de Argentina, en 2013 nacieron en la provincia de Neuquén 11.343 bebés, 6.080 en el sector público. Y de acuerdo al programa provincial de salud integral de Neuquén, que realizó el médico José Luis Mulatero, la tasa de fecundidad demuestra que cada mil partos en la provincia, 5 fueron a nenas de 10 a 14 años (la mayoría vinculada con casos de abusos) y 70 a jóvenes de 15 a 19 años (de un total de 115 mil que existen en la provincia de acuerdo al último censo).
Los números «nos permiten entender que el problema no sólo está en una joven madre que se droga antes de ir a parir. Que todo parte de un profundo problema social», explicó Ávila.