Reunidos en un congreso, médicos especialistas de las petroleras advirtieron sobre el crecimiento del juego, la prostitución, las drogas y las sectas. Pusieron el foco en las adicciones: dicen que son cada vez mayores y que priman las sustancias sintéticas.
La –desafortunada– imagen de una explosión es una de las más repetidas cuando se intenta explicar el inicio de un proyecto de explotación a gran escala. Se la usó hasta el hartazgo para referirse a Vaca Muerta y su impacto en la región. Sin embargo, no parece tan desacertada si la lupa se pone sobre los efectos negativos de estos procesos. El director médico de Exxon, Roberto Cianis, coincidió con sus colegas -en el pasado congreso de Seguridad, Salud y Ambiente del IPAG- al señalar que existen cuatro “plagas” que acechan al upstream: el juego, la prostitución, la droga y las sectas.
Desde hace algunos años –no tan pocos– las operadoras destinan mayores porciones de sus presupuestos en programas de detección y tratamiento de adicciones. Son propuestas integrales, con foco en la persona, pero que también persiguen el objetivo de elevar los niveles de seguridad en las operaciones. La cuenta es de sencilla resolución porque el riesgo potencial para los propios trabajadores, terceros y los bienes se multiplica cuando hay abusos de sustancias.
Mientras edifican estadísticas propias, las compañías se apoyan en estudios generalizados sobre los efectos del consumo de alcohol y drogas en el mundo laboral. Una de las citas de referencia es un trabajo de la ONU donde se menciona que el 70% de los trabajadores que tienen problemas con el consumo de sustancias, por ejemplo, multiplica por cuatro la media de ausentismo o tienen un rendimiento 30% menor al resto de sus compañeros (ver cuadro).
Controles sorpresa
Actualmente se utilizan los controles in situ, sorpresivos y por sorteo. Las grandes operadoras, como Exxon, YPF o Shell, impulsan políticas de drogas o alcohol cero y utilizan los exámenes para evitar accidentes y para ofrecer al operario un tratamiento. Claro que si el consumo se detecta en un preocupacional, el postulante no trabajará nunca en esa empresa.
YPF, por ejemplo, montó un programa de salud integral al que destina 28 millones de dólares anuales (unas 20 veces menos de lo que destina una provincia como Neuquén) para un plantel de 450 profesionales distribuidos en 10 regiones, con los que busca alcanzar a una población superior a los 60.000 trabajadores de todas las áreas de la empresa.
El doctor José Luis Cristini, jefe del Servicio Médico de YPF, presentó organizado por IAPG, los primeros resultados del “Programa de prevención de consumo de sustancias psicoactivas con impacto en el ámbito laboral”.
Cristini explicó que si bien recién relevaron el 32% de los trabajadores en alcoholemia y el 6% por drogas, los resultados no fueron alarmantes. Consultado por los porcentajes que dio a conocer el titular de Petroleros Privados, Guillermo Pereyra, que asegura que un 40% de los trabajadores tendrían problemas de adicciones en los campos de la Cuenca Neuquina, el médico eligió la cautela y dijo que por el momento no pueden confirmar ni descartar esos números.
La relación con los sindicatos también aparece con un tema sensible, sin embargo hay coincidencias en destacar la buena predisposición de las organizaciones gremiales. Cianis, director médico corporativo de Exxon, explicó el mecanismo de controles que aplica la compañía desde la década del 80 y comparó a la industria petrolera con lo que ocurre en el sector de la medicina de urgencias, donde también son frecuentes los altos índices de consumo.
Cianis remarcó el aumento general del consumo y el corrimiento de las drogas más reconocidas, como marihuana y cocaína, hacia las sustancias sintéticas. Indicó que, al comparar los números, del examen preocupacional que realiza la compañía se puede observar que a fines de los 80 los casos positivos apenas eran el 1% mientras que pocos años después, la cifra se elevó al 8%.
El exhaustivo nivel de los controles instrumentados se apoya en equipos de última tecnología. Sin embargo en el caso de la cocaína –por ejemplo– los test no pueden distinguir el consumo de la sustancia prohibida de quienes mascan la hoja de la planta. Por ese motivo algunas operadoras prohíben directamente que se masque coca. El trabajador que no accede a los controles se lo considera en rebeldía y puede ser despedido.
Las políticas implementadas por las principales operadoras son de aplicación espejo. Esto quiere decir que las mismas reglas y límites que fija para su personal es condición de exclusión para firmar con sus contratistas. Por ejemplo YPF, si bien no exige los mismos programas médicos, sí requiere que las empresas con las que celebra contratos, al menos, tengan algún tipo de programa similar orientado a la detección y el control del consumo de sustancias.
En números
28 millones de dólares anuales destina YPF para su plan integral médico, que cuenta con unos 450 profesionales.
40% es la estimación que hizo Pereyra para graficar los problemas de consumo.
“Hemos visto a chicos en Rincón de los Sauces aspirar (el desodorante) Poet porque ya no tienen dinero para consumir”, contó el director médico corporativo de Exxon, Roberto Cianis.