Connor McCrorie, que recorre el país en bicicleta, hizo un alto en el camino para jugar una tocata con juveniles de Catriel RC que habían quedado varados en la ruta.
La escena la componen un colectivo roto, un entorno salvaje de matas achaparradas en medio de la meseta rionegrina, un ulular de viento habitual y un grupo de jóvenes rugbiers varados al costado de la ruta entreteniéndose con una guinda. El sol despunta y comienza a empujar al frío matinal. Los jugadores de la categoría Menores de 19 de Catriel RC se dirigen a Cipolletti a jugar un partido con Neuquén RC, pero un desperfecto frena su viaje a un par de kilómetros de la ciudad, frente a un acceso a un pozo petrolero de la empresa Medanito.
Mientras el entrenador de la división regresa a Catriel para conseguir un repuesto que permita seguir viaje, el presidente del club auriazul e integrante de la delegación, Juan Otero aguarda en su auto junto al colectivo.
“En eso veo un vago que viene en bicicleta por la ruta y que al ver a los chicos salta y revolea la bici frente a mi auto”, dice Otero. Se trata de Conoor McCrorie, un irlandés de 22 años que pedalea por el mundo. Él completa la escena de película.
“Se transformó, fue impresionante la cara que puso cuando vio a nuestros chicos con la pelota”, dijo Otero.
Connor, como todo irlandés que se precie de serlo, tiene el ADN del rugby marcado a fuego en su cuerpo, y al ver a los chicos jugando con la guinda, no dudó un instante y se sumó. Fue un alto en el extenso camino que lo lleva desde Neuquén capital hasta la ciudad de Mendoza, su siguiente parada.
Al costado de la Ruta Nacional 151 el irlandés se suma al juego y logra comunicarse con uno de los jugadores de Catriel RC que está estudiando Inglés. Así se entera que del partido que disputarán en Cipolletti y desesperado pide que lo dejen jugar. “Lo único que quería era jugar, pero como no se puede lo invitamos al club y le regalamos una camiseta”, contó Otero.
Las reglas del deporte no se lo permiten, pero Connor, que pasó por varios países latinoamericanos a bordo de su bicicleta, “pegó buena onda con los chicos nuestros y se quedó en Catriel al menos hasta anoche”, añadió. «Arregló para ver un instituto de inglés para dar clase y salió al boliche con los chicos el sábado por la noche”, agregó.
“El loco estaba muerto de hambre. Nos contó que solo comía arroz, atún y legumbres, así que le ofrecimos unas tortafritas y se comió todo el paquete”, dijo Otero, al tiempo que recordó que una de las pocas palabras que Connor balbuceaba era “facturas”.
El joven irlandés recorre el país y se dirige a Mendoza para trabajar y aprender el idioma entre nativos, el objetivo de su viaje.
La delegación de jóvenes rugbiers estuvo poco más de una hora y media junto a la ruta. Ese es el tiempo que Connor estuvo allí jugando tocata con ellos. Si bien la relación continuó durante todo el fin de semana en Catriel, el momento fue mágico y revelador. El deporte de la ovalada se transformó en el lenguaje de chicos que apenas pudieron comunicarse de otra manera. Connor se llevó su camiseta de Catriel, fotos y un montón de amigos nuevos con los que comparte la misma pasión: el rugby.