El fotógrafo barilochense murió tras un vuelco cerca de Catriel, cuando viajaba junto a su esposa. Fue corresponsal de guerra y luego se dedicó a retratar el vuelo del cóndor. Su huella quedó en la región.
Su muerte conmovió y sigue conmoviendo a toda la comunidad fotográfica tanto de la zona como del país y el exterior. Se cumple un año de aquel trágico día.
Es que Hernán Canuti, nacido en Bariloche, fue un prestigioso fotógrafo que dividió su vida profesional entre postales de guerra y de cóndores.
El barilochense fue corresponsal de guerra durante 9 años hasta que una crisis profesional lo impulsó a dejar atrás los conflictos bélicos y dedicarse a retratar el vuelo del cóndor.
«A mí me interesaba mostrar la gente que vivía bajo la guerra, la que estudiaba, que cuidaba a sus hijos y que hacía el amor. Que estaba viviendo esa tortura, pero que aún vivía, que estaba feliz. Aprendí a ver ahí, pero la agencia pedía otras cosas, a ellos les interesa la foto del muerto», explicaba Canuti, en una entrevista a Diario Patagónico, sobre el por qué de su cambio de rumbo.
Canuti cubrió conflictos en Afganistán, Somalia, Sierra Leona y la ex-Yugoslavia, pero tras un golpe de timón dedicó su vida a fotografiar cóndores.
El interés por las grandes aves comenzó, en él, casi de casualidad.
«Una foto fue el inicio de todo esto. Me llamó la atención ver a un pájaro de tres metros de envergadura. Fue imponente. Sabía que vivía en lugares altos, pero nunca había visto uno de tan cerca. Ese día estaba sacando una foto de un sol, despuntando el vicio como dicen los fotógrafos, y en mi visión periférica apareció una sombra que se escuchaba volar, todo eso me llenó los sentidos e hice la foto», contaba el fotógrafo que comenzó su carrera profesional a los 22 años.
Canuti, además y principalmente, era un apasionado y un estudioso. Por eso tras su cruce con el cóndor en el límite entre Córdoba y La Rioja, comenzó el estudio de la biología del animal que luego abandonó al verse hipnotizado por el vínculo espiritual del ave con los pueblos originarios.
«Empecé a tener contacto y el cóndor como parte biológica comenzó a perder importancia, comenzó a tener importancia la parte espiritual, fue lo que me dejó asombrado por lo simple», confiaba el fotógrafo que encontró la muerte hace exactamente un año, a los 43 años, tras un vuelco cerca de Catriel, cuando viajaba junto a su esposa.