CATRIEL | Hoy festeja un siglo de vida, «un privilegio que así sea», dice Salvador Cardillo, nacido en Bonifati –un pueblo montañés, al sur de Italia– un 30 de noviembre de hace 100 años.
Con una lucidez y una memoria privilegiada, cuenta que llegó a la Argentina en el año 49, después de estar 9 años en la guerra. «Creo en la santidad, creo que Dios y la Virgen del Rosario. Me ayudaron siempre», afirma el hombre que se salvó de las bombas y de la metralla.
Con dos años de colegio secundario, a los 14 comenzó a practicar el oficio de ebanista. Los primeros trabajos los hizo para la iglesia y los 18 años ya tenía su propio taller. A esa edad conoció a su esposa. Cuando él tenía 21, tuvieron su primer hijo. Pero al poco tiempo lo sorprendió la guerra, por lo que tuvo que ir a África, donde siguió desempeñando su oficio en los talleres militares y al mismo tiempo dio clases a «30 ó 40 negros», dice.
Ellos lo llamaban «Goitano Malcam» (hombre bueno), una de las satisfacciones que guarda su memoria. Sin embargo, eso no le sirvió para evitar quedar prisionero, en Inglaterra primero y en Escocia después. Durante nueve años, nadie supo de él.
Pero su mujer y su hijo lo esperaban. La familia pronto se agrandó. A los 35 años, para huir de la guerra, vino a América, y desde hace tres años, vive en Catriel, junto a su hija Aida.
Hoy celebra sus 100 años y, para Salvador, lo mejor que le puede pasar es: «Levantarse a la mañana, abrir las puertas interiores y las ventanas para respirar un poco de aire fresco. Mañana de paz y de belleza para olvidar la tristeza».
Fuente: Agencia Catriel – Diario Río Negro